Capítulo 1: El Silencio del Arbusto Montañés

El sol se estaba escondiendo, pintando el cielo de unos colores chulos que chocaban con la oscuridad que se venía. Aquí en Arbusto Montañés, las calles que antes molaban con la rutina diaria ahora estaban más mudas que un estudio de grabación a medianoche. La pandemia zombi, que se lió gorda hace unos años, dejó ciudades despedazadas y comunidades rotas.

En nuestro bunker fortificado, estábamos los supervivientes intentando tirar para adelante, lejos de las hordas de muertos vivientes que campaban a sus anchas fuera de los muros. Entre nosotros estaba mi colega Koldo, un tío con un pasado más complicado que una sopa de letras. Su cara era un mapa de batallas, no solo contra los zombis, sino también contra la traición y la desconfianza.

Koldo y yo, junto con los demás vecinos, compartíamos un refugio que se convirtió en nuestro plan A para sobrevivir al caos allá afuera. Pero el destino nos tenía una nueva prueba. Cuando a Koldo le enchufaron un compañero de cuarto, se le quedó la cara más oscura que el fondo de un barranco al ver quién sería su nuevo colega.

Resulta que era Victoria, una chavala de su pasado que traía consigo el peso de decisiones chungas y lealtades hechas trizas. No hacía tanto que sus caminos se cruzaron de mala manera, y las heridas emocionales todavía estaban en carne viva.

La primera noche fue de las que cuentas a los nietos. Las antorchas en el bunker iluminaban sombras que bailaban, reflejando la incertidumbre en el aire. Entre miradas esquivas y palabras que apenas se susurraban, Koldo y Victoria intentaban cuadrar ese equilibrio en su nueva convivencia forzada. El pasado dejó cicatrices profundas, pero la lucha por sobrevivir les obligaba a soltar lastre de rencores y desconfianzas.

Soy Paco, y voy a contar la historia de Koldo como la viví yo. Y, bueno, la mía también, que en esta peli todos tenemos nuestro papel. ¿Listos para lo que viene?

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